¿Te ha pasado alguna vez, que estando en tu casa una voz te llama? ¿Te
diriges al más cercano pero él no te ha llamado?
-Antonio…Antonio…Antooonio.
-¿Me llamas?-. Preguntaba Antonio a su hermana.
-No, no te he llamado-. Respondía ella y Antonio volvía a su
habitación.
Isabella caminaba por la calle pateando una piedrecilla. Al
llegar al parque se sentaba en el pasto y sacaba un libro.
Antonio recostado en su cama también leía.
-Antonio….Antonio, ¿Dónde estás?
-¿Qué pasa?
-¿Qué pasa con qué?-. Preguntaba su hermana.
-Pensé que me llamabas.
- Pues no, no te he llamado.
Isabella de pie bajo la ducha camuflaba sus lágrimas con el
agua misma.
-Antonio, Antonio, ¿Cuántas veces debo llamarte para que al
fin escuches mi voz? Antonio…Antonio.
Antonio abría los ojos y se quedaba mirando el techo.
-Antonio, Antonio.
Salía de su habitación y su hermana no estaba en casa.
-Antonio, Antonio.
El gato lo miraba. Antonio miraba al gato y luego lo
acariciaba.
Isabella leía mucho y escribía sin parar. Una vez se fue a
dormir y no volvió a despertar. Sus cartas
llegaron a Antonio y llenaron su habitación.
-Antonio, Antonio…Antooonio
Antonio ya no pregunta, pues sabe que es ella, Isabella quien
le llama.